sábado, 22 de agosto de 2009

El labor de proliferar

Las ideas no surgen cuando de sentado te quieres comer las letras… Más el labor correcto sería transferirlas de un punto a otro, digamos de una montaña a una frase. Las palabras, tal como las palomas, son perfectos signos del buen día, augurio de una vida, de una lucecita en tu lámpara descompuesta.

A veces, nos tropezamos con una perfecta y articulada frase que de entre sueños nació. Más al quedarse en los vientos, dispersa como hojas de árbol viejo, me parece aún más reales, más sinceras que cuando te sentás a escribir. Aunque se olviden unas y otras
(palabras).

Más el preferir proferir proliferar es un gusto que todos nos podemos dar de vez en cuando, a la hora de leer o de maldecir, cada juego absurdo cuenta, y entre más absurdo más cuerda cuenta.
Más el papel, nunca necesario tampoco está de más, es como cepillarse los dientes después de haber repasado tantas alitas revoloteras en tu cabeza de poeta, de niño pesimista, de aquel del otro mundo.

Ah, más hablar del otro mundo es perecer en el intento de explicarlo. Uno se puede poner a pensar, sacar unas buenas letras, fumar, tomar café y salir a la lluvia. Sin embargo, sabés que no se acerca ni a la proximidad más pequeña de la verdadera cabalidad de lo que hablamos.

¿Qué era?.

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